sábado, 14 de agosto de 2010

INGRESAN ALFREDO TOMÁS ORTEGA OJEDA, Y ORLANDO ISRAEL RAMÍREZ RAMÍREZ

El Capítulo Costa Sur de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco celebró el ingreso de dos nuevos socios: El Mtro. Alfredo Tomás Ortega Ojeda y el MCD. Orlando Israel Ramírez Ramírez.
La sesión académica se llevó a cabo el día 17 de julio de 2010, en el Centro Cultural José Atanasio Monroy del Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara, ubicado en la Ciudad de Autlán de Navarro, Jalisco; habiendo iniciado a las 19:OO horas.
El presidium estuvo integrado por el Mtro. Julio Alejandro Santillán Becerra (Presidente de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, A. C.), el Lic. José Gorgonio Ponce Rodígruez (Secretario General), el Dr. Nabor De Niz Domínguez (Coordinador del Capítulo Costa Sur), el Mtro. Carlos Manuel Orozco Santillán (Rector del Centro Universitario de la Costa Sur -U. de G.), el Lic. Francisco Contreras López (en representación del Presidente Municipal de Autlán de Navarro, Jal.: Mtro. Fernando Morán Guzmán), el Mtro. Alfredo Tomás Ortega (Secretario Académico del CUCSUR), quien presentaría su trabajo de ingreso: Pedro Zamora: un personaje literario del Sur de Jalisco; el MCD Orlando Israel Ramírez Ramírez (Director del Grupo Folclórico La Grana), quien presentaría su trabajo de ingreso mediante una función del Grupo que dignamente dirige; el Mtro. Fausto Nava González, quien daría respuesta al trabajo de Orlando Ramírez; y el Dr. José Francisco Cobián Figueroa, quién respondería el trabajo de Alfredo Tomás Ortega.
La Alocución de Alfredo Tomás Ortega fue la siguiente:

PEDRO ZAMORA: UN PERSONAJE LITERARIO DEL SUR DE JALISCO



INTRODUCCIÓN
Vivo en Autlán, que se debate entre dos identidades, la antigua y entrañable Autlán de la Grana, y la moderna y pragmática Autlán de Navarro, que honra a un joven músico convertido en general revolucionario, el cual también forma parte de esta historia.

Pero también vivo en otro Autlán, que se ubica en el centro de una geografía más difusa, más compleja y menos precisa, que es la que se ubica entre la Tierra Pródiga de Agustín Yáñez y el Llano en llamas de Juan Rulfo. Región de una riqueza natural difícil de describir, con una variedad de plantas y animales superior a la de países enteros, con un desarrollo social y humano complicado y lleno de claroscuros, una historia llena de gestas heroicas y contradictorias, llevadas a cabo por héroes tan ejemplares como deleznables.

Como aficionado que soy apenas a las letras, me he interesado de forma particular por la literatura regional de la Costa Sur y el sur de Jalisco, lo que me ha permitido acercarme a la fantástica obra de los autores regionales, cuya diversidad y variedad rebasan todas las expectativas posibles. Desde autores extremadamente locales, algunos de ellos excelentes amigos, hasta los autores que han alcanzado fama en las esferas nacionales e internacionales.

Dentro de esta pléyade de autores y personajes literarios, de los cuales seguramente habrá mucho qué comentar y trabajar, quiero en esta ocasión referirme al caso de tres personajes literarios que han rebasado las fronteras de la región, alcanzando espacios mayores al estado de Jalisco e incluso del país. Me refiero en este caso a autores y personajes como Agustín Yáñez y su Tierra Pródiga, que convirtió a don Rodolfo Paz Vizcaíno, que por sí mismo era una novela ambulante, en el Ricardo Guerra de su importante obra. Me refiero también a un personaje que si bien no es aún suficientemente conocido en la región y el estado, seguramente en poco tiempo lo será, gracias al excelente trabajo de Antonio Alatorre, insigne hijo de Autlán, que significativamente tituló “El brujo de Autlán”, y que da cuenta de las increíbles aventuras de Marcos Monroy, español vecino de Autlán, que en el lejano 1700 fue juzgado por el Santo Oficio por la grave acusación de practicar la brujería. Pero estos dos ilustres personajes se han ganado por propios méritos el tener un trabajo particular para analizar sus muchas aristas vivenciales y literarias, por lo que en esta ocasión he de referirme de manera exclusiva a un tercer personaje, altamente significativo en términos literarios, y para el cual me atrevo a señalar como el personaje literario más significativo del sur de Jalisco, esta elusiva región en la cual yo habito y a la que me he referido con anterioridad, y señalo aquí que mi atrevimiento de señalar a Pedro Zamora como el más principal personaje literario de nuestra región se basa primero que nada en mi irresponsable temeridad, y en segundo término en la cantidad de autores y la calidad de algunos de ellos, que han sido cautivados por este singular personaje, de tal suerte que han dedicado muchas horas de su vida y creatividad para evocar y recrear las hazañas y atrocidades de un personaje tan ilustre y lamentable como lo fue Pedro Zamora. Y como botón de muestra señalo a tres autores importantes; José Trinidad Lepe Preciado, Ramón Rubín y señalada y principalmente, Juan Rulfo. Amén de otros muchos autores regionales que han querido, o han debido dedicar cuantiosas páginas a rescatar la memoria del controvertido bandolero, guerrillero, revolucionario y violador, como lo cataloga Ramón Rubín, Pedro Zamora.

La vida y hazañas de Zamora no dan ciertamente para ubicarlo en el panteón de los revolucionarios ilustres, ni mucho menos en rotonda alguna. No hay en él ideales de justicia social, igualdad, ni mucho menos democracia, probablemente conocía esas palabras, pero no tenía claro su significado, y por la manera en que conducía su tropa, es casi seguro que no comulgaría con ellas. Tampoco muestra trazas de redentor social, de líder político, de brillante militar, y el ámbito de sus acciones se circunscribe al sur de Jalisco y una porción de Colima. Sin embargo, Pedro Zamora es, como ya hemos mencionado antes, el personaje de la década revolucionaria que mayor huella ha dejado en la literatura de esta región de Jalisco, trascendiendo incluso a las letras nacionales, por autores que habitaron la región, y que desde su tierna infancia vivieron, atestiguaron, escucharon y tuvieron la paciencia y el interés de replicar y enriquecer la gesta trágica y contra heroica del bandido y militar nacido en El Palmar de los Pelayo.

Pedro Zamora es un personaje trágico, por los irreparables daños que causó en fortunas, haciendas, honras y vidas de cientos de hombres y mujeres de bien que en esa época aciaga habitaron la región que va de Cocula a Barra de Navidad y Manzanillo, de Mascota a Tapalpa. Sigue siendo trágico porque aún sus mayores victorias y hechos de armas terminaban siendo pírricas, cuando no bufas, porque la estela de dolor que fue sembrando por la campiña del sur jalisciense le nacía del alma, estaba enraizada en sus propios huesos, y en los huesos de su alma, por la interminable procesión de muertes, torturas y vejaciones que por caprichos del destino nunca fueron castigados, por esa impunidad que fue su mayor victoria en la vida. Y es trágico Pedro Zamora porque habiéndose ganado con astucia y tino político la oportunidad inigualable de romper con su pasado de proscrito e iniciar una exitosa carrera política, de bienestar económico y tal vez de prestigio social, como le ocurrió a tantos y tantos generales de la revolución que de pillos pasaron a próceres y líderes sociales, Pedro Zamora, o los demonios que en él habitaban, tuvo la sin par osadía de levantarse en armas siendo jefe militar en Autlán, y reiniciar por última vez su tan querida vida de proscrito y perseguido, y de habiendo sido derrotado, nuevamente amnistiado y exiliado a la hacienda Canutillo, bajo la protección de su único líder y guía, Pancho Villa, hacer un último acto de escapismo para ir a morir de la manera más absurda y antiheroica posible en alguna calle o pensión de la ciudad de México, el escenario final más absurdo para un personaje tan característico del sur de Jalisco.

Debe ser, o puede ser, el carácter trágico de este singular personaje el que atrajó la atención de tantos autores y escritores, entre los cuales distinguimos dos vertientes principales, la de los historiadores, como Gabriel Chávez Morett, Ramón Rubín, y éste último no porque no haya sido un autor de extraordinarias novelas y relatos, sino porque en su libro sobre Zamora él mismo se asume como rescatador de los hechos del bandolero a partir de fuentes directas. En esta misma categoría podemos incluir a los autores de las muchas historias matrias regionales, que al hablar de sus pueblos y municipios hay manera de que eviten dedicar uno o varios capítulos a las andanzas y fechorías con que Zamora fue adornando las diferentes cabezeras municipales, poblados, haciendas y rancherías del sur de Jalisco. Entre ellos podemos citar a Gómez Zepeda, Negrete Naranjo, Medina Lima, Gómez Sandoval, Fregoso, y muchos otros que han consignado las correrías y “dañerías” de las huestes de Zamora en esta región.

Del otro grupo de autores que trabajaron sobre el personaje de Pedro Zamora, los literatos, los que sobre él hicieron estupendas novelas y relatos, y a riesgo de cometer alguna omisión imperdonable, me referiré solamente a tres muy destacados: José Trinidad Lepe Preciado, el novelista y cuentero de Tonaya, avecindado en Colima, Juan Rulfo el de San Gabriel o Sayula, que no necesita ninguna presentación, y un escritor autlense, Carlos Alatorre, que escribió una extraordinaria novelita sobre una de las muchas secuelas de la saga zamorista, sus famosos entierros de dinero.

Finalmente, haré mención de los cantores de gestas, los autores de corridos que rescataron para el pueblo las andanzas de Zamora y alguno de sus secuaces.

Inicio tomando de los historiadores los principales rasgos biográficos, militares y políticos de nuestro controvertido personaje. Las fuentes principales son “Siguiendo los pasos al General Pedro Zamora”, de Gabriel Chávez Morett, y “La Revolución sin mística. Pedro Zamora. Historia de un violador.” Del maestro mazatleco, avecindado por años en Autlán, Ramón Rubín.


¿QUIÉN ES PEDRO ZAMORA?

Un hombre joven, que en 1910 cuando inicia la gesta revolucionaria que convulsionaría al país, estaba cumpliendo sus veinte años. Oriundo de un muy pequeño poblado llamado El Palmar de los Pelayo, extraviado en las orillas del Llano Grande, y que desde su adolescencia combinaba el comercio y la arriería con el nada presumible oficio de salteador de caminos, en el año 1912, tras el que Rubín consigna como el tercer homicidio de su joven existencia, fue a dar, herido de una pierna, a la cárcel de Unión de Tula, y de allí se escapó dejando dos muertes más en la huída, para adentrarse de lleno en el mundo de los prófugos de la justicia, en compañía de su amigo y nuevo socio Francisco Vallejo. A esta pequeña sociedad del mal se unió en forma efímera Eugenio Aviña, pero siendo sus expectativas distintas prefirió marcharse a Colima. En aquellos tiempos aciagos y perturbados, la distancia entre una gavilla de bandoleros y una partida de revolucionarios resultaba sumamente tenue. De esta manera, sin variar demasiado sus actividades ilícitas de pillajes, secuestros y peticiones de “préstamos” para la causa que jamás serían pagados, los asaltantes Vallejo y Zamora terminaron convertidos en grupos armados al servicio de una revolución social que ni conocían ni entendían, pero que otorgaba un manto protector a sus fechorías.


ALCANZADO POR LA REVOLUCIÓN
Los alzados del sur de Jalisco y Colima.
En diciembre de 1909 Francisco I. Madero visitó Guadalajara acompañado de Roque Estrada, sembrando la semilla del antireeleccionismo en Jalisco, como lo venía haciendo en otras partes del país. A mediados de 1910 Madero, candidato del Partido Antireeleccionista es encarcelado y Porfirio Díaz gana las elecciones. Desde los Estados Unidos Madero lanza en octubre su Plan de San Luis, con un llamado a levantarse en armas. En la región que abarca el sur de Jalisco y Colima se fueron dando diversos levantamientos durante los siguientes dos años, encabezados por arrojados e improvisados guerrilleros, entre los cuales podemos mencionar a Eugenio Aviña, Francisco Vallejo, Francisco del Toro, Julián del Real, Ignacio Soto, Leocadio Parra, José Morales, Melesio Cárdenas, Isauro Aviña, e incluso hermanos como José, Jesús, Juan y Julián Medina, o Manuel y Roberto Moreno, Luis Gutiérrez conocido como “El Chivo Encantado”, Vicente “El Indio” Alonso, e incluso sacerdotes como Manuel Ruelas Corona. Cada uno de ellos abandonó la milpa, el taller, la tienda o peor aún la vida de bandolero, para lanzarse a la incierta aventura de las armas. En Tecolotlán se alzaron los campesinos Nicanor Fernández, Juan Estrada, apolinar Covarrubias y Cosme Cedano, mientras que en Juchitlán lo hicieron Anselmo Gil y Ricardo Robles Gallerán. Algunos de ellos estarían llamados a tener un papel relevante en lo militar, en lo político e incluso en el imaginario colectivo, tal es el caso de Paulino Navarro, un músico y maestro de Autlán que murió siendo muy joven y con el grado de general, y cuyo apellido nombra actualmente a la antigua Autlán de la Grana, como hemos comentado al principio de este relato. En Tlajomulco se levantaron en armas los hermanos Zúñiga, que más tarde darían su apellido al municipio, e incursionaron en el vecino Michoacan, donde se les unieron vecinos de Sahuayo y Jiquilpan, encabezados por otros hermanos, Dámaso, Francisco y Lázaro Cárdenas, que con el tiempo estaría llamado a ocupar un sitio de honor en la historia de la Revolución y del país. Otros hermanos parecen también en el escenario son Roberto, Manuel y Jacinto Cortina, este último, con el tiempo llegaría a convertirse en general, diputado federal y dueño de la hacienda de Telcampana, donde criaba caballos finos, uno de ellos de nombre Tlacuache, sería más tarde decomisado por Pedro Zamora para convertirlo en su caballo favorito y su emblema. En Hostotipaquillo hubo un levantamiento de mineros, encabezado por los hermanos Jesús y Julián Medina, Julián llegó a ocupar de manera temporal la gubernatura de Jalisco cuando las fuerzas de Villa expulsaron al gobernador carrancista Manuel M. Diéguez.
Mención aparte merece el temido bandolero Inés Chávez García, que en aquel tiempo asoló las tierras y pueblos michoacanos, con una crueldad que tal vez opacó a la de Zamora.


Para el año 1913, mientras en la capital del país Victoriano Huerta traiciona y asesina al presidente Madero, dando fin a la famosa decena trágica, Francisco Vallejo muere de probable congestión alcohólica, dejando libre el mando de sus huestes al joven Pedro Zamora, que a la sazón cuenta con 23 años. Y de esta manera nace el liderazgo del que con el tiempo llegaría a convertirse en el personaje revolucionario más famoso y temido de la región, el más controvertido, admirado y aborrecido, el surgimiento de un mito, una leyenda y un personaje literario.


SU REVOLUCIÓN PERSONAL
Pedro Zamora tenía una sola causa, la propia, la que con mucho tino definió Ramón Rubín como la revolución sin mística. En él, iletrado y ajeno a las ideas políticas y las ideologías, la bola fue solamente un escenario favorable para su afán de robar, matar, violar y acumular riquezas ajenas. Por ello cambiaba de bando y de mentor político según corrieran los vientos y de acuerdo a como su instinto de supervivencia le indicara. En 1912, tras la muerte del hermano del padre Hilarión Cuevas, su posterior encarcelamiento a lado de Francisco Vallejo, su mentor y guía en la vida de bandolero, y su audaz fuga de la cárcel de Unión de Tula. Pedro Zamora y su socio Vallejo se vuelven bandoleros y viven a salto de mata, hasta que deciden integrar una gavilla y declararse levantados en armas al amparo del carrancismo. Su liderazgo natural y sus éxitos de campaña atrajeron a sus filas a cientos de jóvenes que buscaban alguna fortuna en los agitados tiempos de la revuelta nacional.

Zamora y Vallejo estaban cansados de andar siempre a salto de mata, peleando en desventaja contra las pequeñas escoltas que los perseguían y ocultándose en sórdidas cavernas pobladas de murciélagos por las mesas de la Olachea y Pueblo Nuevo de los Robles, lugares montuosos de su comarca natal donde tenían sus guaridas y sus más defendibles parapetos. Y estimulados por el triunfo en un combate que desde tras un cercado de piedra libraron contra un pelotón de soldados huertistas en la Labor Vieja y en el que mataron a uno, hirieron a otro e hicieron huir al resto de sus enemigos mediante una casi infantil estratagema, que consistió en dejar el sombrero sobre el parapeto para que los “carnitas” se entretuvieran tirándole mientras ellos los rodeaban y abatían por la espalda, empezaron a sentir nostalgia por la profesión de guerrilleros “revolucionarios”.


Habiéndose declarado carrancista, y habiendo adquirido ya un grado militar en un momento que no hemos podido determinar, Pedro Zamora no dejó de coquetear con otros posibles líderes en esa revolución cuyo mapa nacional quedaba fuera de su entendimiento, se afirma que había andado ya en tratos con Félix Díaz, pero fracasó su intentona.

Para octubre de 1914 aparece Zamora en Guadalajara con el grado de coronel, en compañía de los hermanos Zúñiga, Julián del Real y Celso Santiago diciéndose comisionados por el general. Lucio Blanco, para reclutar gente. De allí partió a la región de Autlán a cumplir su cometido. Sin embargo, el general Diéguez tenía ya noticias de que Blanco se distanciaba del general Obregón y de Carranza, por lo cual dio órdenes a Zamora, del Real y Santiago de concentrarse en Guadalajara.

Zamora tuvo la inteligencia y la sagacidad de irse relacionando con algunos de los personajes más importantes del momento histórico revolucionario, entre ellos Lucio Blanco, Manuel M. Diéguez, Carranza y Álvaro Obregón, pero de manera mucho más significativa para él, con el ya famoso Francisco Villa.

A finales de 1914, Francisco Villa, desconoció al gobierno de Carranza y precipita el fracaso de la convención de Aguascalientes. En diciembre, tras firmar el tratado de Xochimilco, Zapata y Villa entran triunfalmente en la ciudad de México, mientras Carranza huye a Veracruz. Entre los que se le adhirieron estaba Zamora que se había pasado a su bando con algo más de unos mil seguidores, y con el tiempo será con el tiempo uno de los hombres más sobresalientes en territorio de Jalisco y Colima. En el norte ambos se entrevistan, Zamora regresa a Jalisco con el grado de oficial y sobre todo, con la consigna de propagar los ideales villistas.

A pesar de su ratificado compromiso con Villa, Zamora no deja de tener nuevos coqueteos con fuerzas opositoras. El 21 de mayo de 1918, en Veracruz, el general Félix Díaz, sobrino de don Porfirio y autodesignado general en jefe del Ejército reorganizador Nacional, le otorga mediante un escrito el nombramiento de jefe de operaciones militares en Colima a Pedro Zamora. Además de ello existen evidencias de que le prestó asesoría para realizar los asaltos al tren de Colima, realizados en 1919, en lo cual el general Díaz tenía experiencia en Veracruz.


En mayo de 1920 cansado y derrotado, Zamora se rinde en su pueblo natal y hábilmente negocia ser reconocido por el gobierno de la Huertista como general y quedar como jefe de operaciones militares en Autlán, logrando así una paz que no podría sostener mucho tiempo. Una vez más cambia de bando político y lo hace con grandes ventajas para él. Pues apenas en el mes de agosto del mismo año realiza su último levantamiento armado, paradójicamente siendo como se ha dicho el jefe militar en Autlán, a partir de allí anduvo escondido y a salto de mata unas semanas más, en las que empezó a enviar propios solicitando una nueva amnistía, algunos de los cuales consiguieron llegar ante el Teniente Coronel Luis Álvarez Gayou, de las fuerzas de Juan Domínguez, quien tomó, debidamente autorizado por la superioridad, todas las gestiones. Debemos señalar aquí que Pedro Zamora dirigía sus mensajes directamente al despacho de la presidencia de la república y la Secretaría de Guerra y Marina.

El 25 de agosto llega el general Plutarco Elías Calles en persona a Guadalajara y se traslada al sur del estado para intervenir en la rendición de Zamora, pero esta expedición fracasa al no haber contacto con el guerrillero. Zamora amenaza con matar a sus rehenes extranjeros y desata un escándalo nacional y de los medios diplomáticos, pues existen antecedentes de anteriores ataques de Zamora a españoles, franceses, italianos y alemanes.

El escándalo internacional provocado por Zamora afectó seriamente al joven gobierno de Adolfo de la Huerta. Sin embargo, gracias a la efectividad de sus persecutores, se resuelve sin pérdidas humanas extranjeras, que hubieran provocado un serio incidente internacional. Los mineros norteamericanos habían logrado huir en la confusión del combate, alguno de los secuestradores en Talpa y Mascota también, en tanto que otros pagaron el rescate, y solo quedaba el Sr. Johnson en poder de La Urraca, que andaba escondido con unos cuantos de sus hombres.

Maclovio Hurtado, representante de Zamora, viaja a la ciudad de México para negociar los términos de su rendición. En agosto Francisco villa le dirige a Zamora una carta desde su hacienda en Canutillo, Durango, invitándolo a rendirse al general Elías Calles. En San Lorenzo (Ejutla) se reúne Zamora con el coronel Luis Alvarez Gayou para negociar los términos de la rendición. De allí se trasladan a El Palmar, donde continúan las negociaciones de la rendición. Y el 12 de noviembre de 1920 se rindió con quince hombres que fueron licenciados con un mes de haberes, al ya coronel Luis Álvarez Gayou, en Coatlancillo, del Mpio. de Ejutla. Se le indica que debe abandonar el país, pero Zamora pide auxilio a Villa, quien lo invita a irse con él a la hacienda Canutillo, donde llega a finales de 1920.

El 14 pasó por Guadalajara escoltado por el propio coronel y acompañado por solo su asistente, Antonio Zamora, rumbo a Irapuato, donde debía transbordar al ferrocarril de Juárez camino de Durango. De esta manera Zamora vuelve al bando de Francisco Villa, siendo esta su última transformación política de este singular camaleón político.


LO QUE LA REVOLUCIÓN LE APORTÓ A ZAMORA.

Tras la muerte de Vallejo, Zamora quedó como único jefe, y su gente, al señuelo de la “mano libre”, fue aumentando hasta formar una nutrida columna de cientos de hombres que desencadenaron una violenta campaña por toda la comarca, más preocupados de saquear haciendas y establecimientos, de plagiar y fijarles rescate a los ricos, de raptarse a la fuerza a las muchachas más hermosas y de matar a quienes se oponían a esos desmanes que de hacer política.

A partir de allí sus ataques a las poblaciones de la región los hace en principio a nombre del líder Carranza: Talpa, Mascota, Cocula, Ameca y los pueblos de Colima. A ellos se sumarían pronto Ejutla, Santa Rosalía, Ayutla, Cuautla, Unión de Tula, Tenamaxtlán, Tapalpa y otras poblaciones, donde fue dejando una estela de destrucción, dolor y muerte.


LOS ASALTOS A PUEBLOS Y HACIENDAS.
Su modelo básico: La conquista de los pueblos: Asalto, saqueo, imposición de préstamos forzosos y rapto de doncellas y damas.
Tolimán, Talpa, Mascota, Cocula, Ameca, Ejutla, Santa Rosalía, Ayutla, Cuautla, Unión de Tula, Tenamaxtlán, Tapalpa, son escenarios de sus correrías y atrocidades, dejando una estela de destrucción, dolor y muerte.

El 11 de febrero de 1914, al mando de doscientos hombres armados, Zamora se apodera de Cuautla, pero es rechazado en Ayutla y Tecolotlán. El día 19 ataca El Limón. También es larga la relación de sus derrotas y ataques fallidos, como el que intentó en Autlán ese mismo mes, y al no lograrlo avanzó sobre la costa, atacando las poblaciones de Lo Arado, La Huerta, Villa de Purificación y Cihuatlán, donde enfrenta a tropas venidas de Colima, que lo hacen retroceder hasta Tequexquitlán.

San Gabriel fue siempre un destino codiciado por Pedro Zamora, que lo conocía muy bien desde sus tiempos de comerciante y bandolero. En marzo del 14 desde la hacienda de Totolimixpa, se prepara para atacar San Gabriel, pero la llegada de refuerzos de Sayula lo hace desistir. Entonces inicia un periplo por el principal escenario de sus acciones el “Llano Grande”, “visita” Tolimán, Tuxcacuesco, Apulco, Tonaya, San Juan de Amula y regresa rumbo a Ejutla.

El 22 de abril entra a sangre y fuego en la Villa de Purificación, en lo que sería uno de los episodios más lamentables y cruentos de la zaga zamorana. Y del cual todavía queda mucho que contar esta noche.

El 13 de mayo ataca Ayutla, proveniente de Cuautla, la población logra resistir el asedio, pero al día siguiente Zamora logra penetrar, quemando la población y haciendo más de 40 muertos.

El 23 de mayo Zamora entra en Autlán, y causa pérdidas por más de medio millón de pesos.

Atacó Tolimán, San Pedro y llegó a Toxín, donde se entrevistó con Eugenio Aviña y el Indio Alonso. Reforzado con más de 300 hombres, Zamora avanzó sobre Manzanillo, Colima, regresando a Cihuatlán, La Huerta, Autlán, Talpa y Mascota.

El 10 de agosto de 1915 ataca Ahuacapán, y el 28 y 29 del mismo mes ataca Sayula, defendida por el capitán carrancista Francisco Bravo, que se ve obligado a rendirse, Zamora y su tropa incendian edificios principales y saquean el pueblo. El 7 de septiembre ataca Tonilita y Villegas.

En noviembre de ese año con 800 hombres armados, Zamora se apresta para atacar Colima, lo que nunca logrará.

El 21 de junio de 1919 Zamora ataca Tonila pero es derrotado por la valiente defensa asesorada por el oficial Agustín Gutiérrez.

El 6 de septiembre de ese año? los coroneles Salvador S. Sánchez y J. Arrambide defienden a Zacoalco del ataque de Zamora, pero se ven derrotados y los habitantes se obligan a pagar al guerrillero cincuenta mil pesos en ocho días. Enterados, Olachea y Petronilo Flores ponen una emboscada a Zamora en la barranca de Apulco, pero éste los elude y regresa a Zacoalco por el rescate prometido.


SUS ESCASAS HAZAÑAS MILITARES
Las campañas villistas en el sur de Jalisco: Ahuacapán, Apango, Hacienda Nueva de San José, Unión de Tula y la cuesta de Sayula, Tonilita.

En diciembre de 1914 Pancho Villa y sus huestes entran en Guadalajara, obligando al gobernador carrancista Manuel M. Diéguez a replegarse a Zapotlán.

1915 es el año de las hazañas militares de Pedro Zamora, que para entonces ya era un declarado villista. El 10 de enero una parte de las fuerzas de Diéguez, encabezadas por el general Enrique Estrada, sale de Zapotlán y se dirigen a Sayula, pero el territorio está lleno de huestes villistas, entonces deciden cortar por la sierra para dirigirse a San Gabriel y pernoctar allí. Entre las haciendas de Los Pozos y Las Puertas Cuatas son sorprendidos por los villistas, el combate inicia a las 3 de la tarde y al anochecer los carrancistas se dispersan derrotados. Los principales jefes villistas son Pedro Zamora, Leocadio Parra, Roberto Moreno y Justo Hueso.

El 11 de enero las diezmadas huestes de Estrada se agrupan en la hacienda La Lagunilla, de donde nuevamente son expulsadas por los villistas. Inexplicablemente, el día 12 las fuerzas de Zamora se repliegan hacia San Gabriel, renunciando a una victoria total y contundente sobre Estrada. En su parte, este último afirma haberle causado 300 bajas a Zamora, mientras que éste, habiendo triunfado, causó a su enemigo más de 500 bajas.

En febrero del mismo año, los generales Diéguez y Munguía se encuentran en Zapotlán, habiendo el primero abandonado la gubernatura cuando el ejército villista ataca Guadalajara. Entonces el general Francisco Villa organiza una expedición militar que se dirige a Zapotlán, participando en ella los generales villistas Rodolfo Fierro, Julián Medina, Calixto Contreras y Pedro Zamora. Diéguez sale a su encuentro y ambas fuerzas chocan en la Cuesta de Sayula, el combate comenzó antes del amanecer y terminó en la noche temprana. Derrotado, Diéguez huye rumbo a Colima, donde solicita refuerzos y apoyo del presidente Carranza, y a la larga, como pasó con Obregón en Veracruz, Diéguez regresa a la gubernatura de Jalisco y comienza la persecución de los villistas.

El 1º. de septiembre, en Sayula, Zamora recibe el aviso de que un tren con tropas carrancistas, que estaban integradas con “batallones rojos” de la “Casa del Obrero Mundial” en la ciudad de México, se dirigen a Zapotlán o a Colima. El tren se detiene en Tonilita y Villegas, donde el 7 de septiembre son atacados por las huestes de Zamora, causándoles numerosas muertes, y provocando incluso el suicidio de algunos de ellos.

El 31 de octubre el teniente coronel carrancista Rodolfo López se sale con su tropa de Zapotlán y llega hasta Tonaya, cuando le informan que Zamora está en San Buenaventura con mucha gente armada, entonces López decide regresar a San Gabriel. Desafortunadamente para él, un importante cargamento de parque alcanza Tonaya cuando él ya se ha retirado. Gracias a sus muchos informantes, Zamora se entera del cargamento y se lanza en su persecución. Los carrancistas se afortinan en la Hacienda Nueva de San José, a 15 kilómetros de San Gabriel, donde los alcanza la tropa de López. Zamora los ataca con 800 o 900 hombres. Esta batalla entre fuerzas tan desiguales se convierte en una auténtica carnicería, el parque de los carrancistas les permite matar a cientos de sus atacantes, pero al final son sacrificados con lujo de violencia, ese episodio es una vergüenza para los dos bandos.

Estos son los principales hechos bélicos que Zamora encabezó y protagonizó contra un ejército regular, la mayoría de sus otros hechos de armas son ataques a pueblos y haciendas generalmente poco y mal preparados para defenderse, y muchas otras en escaramuzas para eludir, no siempre con fortuna, a sus perseguidores. Como puede advertirse, la figura del militar vencedor, del guerrero triunfante, no es la que mejor retrata a nuestro personaje. Los otros hechos que le dieron fama, fueron los ataques al tren de Colima.

LOS ASALTOS AL TREN DE COLIMA.
1919
Supuestamente Félix Díaz asesora a Pedro Zamora para el asalto de trenes, que él ya realizaba en los límites de Puebla y Veracruz, e incluso le manda que le ayudan a planear y llevar a cabo los descarrilamientos, al menos dos de ellos fueron muertos por los persecutores de Zamora.

El 6 de mayo Zamora dinamita la vía del tren en la Cuesta de Sayula, donde se espera que el tren de Colima pase a las 12 del día. Después del ataque, que le reditúa cuantiosas ganancias, y en el cual asesina sin piedad a soldados y pasajeros, los asaltantes se remontan a la sierra de Apango y Tapalpa.

El segundo ataque al tren ocurre el 19 de junio del mismo año, en el kilómetro 544, entre Coquimatlán y Lamadrid. Allí las huestes de Zamora levantaron rieles y colocaron piedras sobre la vía, provocando que la máquina y algunos carros se descarrilaran. La escolta que defendía al tren fue pronto derrotada, matándole cinco soldados, luego ordenó descender a todo el pasaje para robarle, matando cuatro distinguidos señores de Colima y a un italiano, condueño de la hacienda Paso del Río. Saqueó el furgón del Express, prendió fuego a los vagones y secuestró dos damas. Tropas de Colima y de Guadalajara salieron de inmediato a perseguirle, alcanzándolo cerca de Coquimixtlán, donde le hicieron algunas bajas y lograron rescatar a las dos viajeras plagiadas.


Según nos relata Chávez Morett; “el 7 de diciembre de ese mismo año, a las 9 de la mañana, Zamora realiza un tercer ataque al tren de Colima, en el kilómetro 142, entre los túneles 14 y 15. Cuatrocientos hombres armados rodean al tren, 50 soldados de la Legión de Honor defienden el tren, pero terminan por abandonar a su suerte a los pasajeros. El tren llevaba un vagón especial con setecientos mil pesos en costales de monedas de oro y plata a cargo del pagador manuel Sandoval y su ayudante Leopoldo Meza. El tren es saqueado y quemado con lujo de crueldad.”

Al conocerse en Guadalajara el suceso, el general Juan José Méndez, Jefe de Operaciones Militares en Colima y Jalisco sale al lugar de los hechos y se encuentra al general Juan Carrasco que viene de Manzanillo con un regimiento.

Tres aspectos resaltan en los ataques de Pedro Zamora al tren de colima son, la crueldad extrema que ya le es característica, lo cuantioso de los botines obtenidos, y lo más singular, que todos terminan en persecuciones en las cuales las fuerzas zamoristas son ampliamente diezmadas.


EL ETERNO PERSEGUIDO
Sus principales perseguidores. Cirilo Abascal, Gonzalo Novoa, Manuel M. Diéguez, Enrique Estrada, Rafael Buelna, Agustín Olachea y Petronilo Flores.

El gobierno federal mandó en distintas ocasiones contingentes militares en persecución de Pedro Zamora. Entre las primeras incursiones importantes fueron las de los generales Novoa y Quiroga; que pusieron Zamora en fuga y con sus tropas diezmadas, pero que tuvieron que ser retirados durante la campaña en el Norte contra Villa, sustituyéndoselos por batallones menos fuertes pero más aguerridos al mando de los mayores Olachea y Petronilo Flores, los cuales lo batían con éxito cuando lograban alcanzarle. Y a partir de entonces, Pedro Zamora rehuyó presentar batalla más que cuando estaba en definitiva ventaja, limitándose a evacuar una plaza cuando era acosado y a entrar en otra donde la guarnición le parecía insuficiente.

El 8 de enero de 1916 ataca nuevamente Autlán, y en marzo de ese año su encarnizado enemigo Petronilo Flores, derrota y mata en Los Volcanes en el camino a Talpa, a uno de los principales lugartenientes de Zamora, Saturnino Medina, mejor conocido como “La Perra”.

6 de mayo de 1919, tras el asalto al tren, los coroneles Zavaleta y Petronilo Flores lo persiguen haciéndole doce bajas que incluyen a los coroneles Arnulfo Medina y Odilón Pérez, mandados por Félix Flores desde Veracruz. Derrotado, Zamora regresa a Cerro Grande.

La noche del 20 de junio de 1919, tras su segundo ataque al tren de Colima, otra fracción de su tropa atacó Tonila. Pero después de combatir durante dos horas contra quince soldados del teniente Agustín Gutiérrez, a los que ayudó el vecindario, los zamoristas huyeron dejando nueve muertos.

El 25 del mismo mes lo alcanzó en Jalpa Petronilo Flores, sorprendiéndole y haciéndole ocho muertos y varios heridos y prisioneros y rescatando seis señoritas que acababan de secuestrar.

El primero de octubre del mismo año se le desertó y entregó en la Unión de Tula a Petronilo Flores, el cabecilla Ignacio Fonseca, a quien se jefe Zamora se proponía fusilar. Y a mediados de noviembre éste pasó por El Grullo con sólo quince seguidores y perseguido por un destacamento de tropas de Olachea, que el 20 lo alcanzó y batió en El Llano, cerca de Juchitlán.

El diez de diciembre de 1919 el cabecilla zamorista Ruiz fue batido en San José del Carmen por el mismo capitán Téllez que años antes mató a La Perra. Y el doce Zamora pasó por El Limón huyéndole a tropas del general. El día tres Olachea había dispersado la gavilla de Meregildo Arias y en San Jerónimo se daba fin a la partida del cura Corona. De esta manera a finales del año diecinueve el zamorismo iba en franca picada en el sur de Jalisco.

El veinte de diciembre de 1919, su eterno enemigo, el teniente coronel Petronilo Flores volvió a alcanzar y a derrotar a Zamora en Cerro de Ávila, obligando a sus ya pocas huestes a dispersarse. Y el 31 se le rindió el cabecilla zamorista Braulio Estrada.

A principios del año 1920 Pedro Zamora era ya un gavillero prófugo de la justicia, y no una fuerza beligerante. El 14 de febrero Zamora fue derrotado de nuevo en la Mesa de Colotitlán.


Finalmente, decepcionado por la capitulación de Juan Sánchez Gómez y de otros cabecillas villistas de la región, pero sobretodo por las noticias de la derrota final de Pancho Villa, solicitó en 1920 que lo amnistiaran. Y en uno de los muchos golpes de audacia y astucia que lo caracterizaron, logró negociar directamente con la presidencia de Adolfo de la Huerta. El gobierno de De la huerta le ofrece a través del general Enrique Estrada reconocerlo como general del ejército nacional. Zamora designa como su representante a don José Maqueo Castellanos, para dialogar con los generales Méndez y Estrada en Guadalajara, y luego ir a la ciudad de México. Firmada la amnistía, se ordena a las fuerzas militares de Autlán que abandonen la plaza para ser sustituídas por las huestes de Zamora, lo cual ocurre entre el 26 de abril y el 4 de mayo, llega primero el coronel Juan Sánchez Gómez y posteriormente Pedro Zamora, al cual se le hace una fiesta de recepción.


La enorme paradoja de esta decisión centralista, es que siendo derrotado, terminó vencedor de muchos grupos obregonistas que en la región que se habían unido a los constitucionalistas para combatirlo, y que para evitar su venganza tuvieron que irse a Irapuato con la tropa de Petronilo Flores, que atendiendo a las exigencias de Zamora, fue trasladado al Bajío.

Desde la última decena de mayo de 1920, en que Pedro se amnistió en el Palmar de los Pelayo, vivió un muy breve periodo de paz en Autlán, detentando el grado del general brigadier y al mando de un regimiento que dijo haber reconstruido con gente reclutada y de la suya. Su jurisdicción reconocida como Jefe de las Operaciones Militares abarcaba los cantones de Autlán y de Mascota que entonces eran muy extensos.

Pero su destino de eterno perseguido había de alcanzarlo una vez más, pues teniéndolo todo como jefe político y militar de Autlán, donde había sido recibido, no sin algún recelo, por la sociedad del lugar y teniendo tan alta jurisdicción y autoridad sobre una región tan basta, estaba en la posición ideal para todo revolucionario, ante la oportunidad de convertirse en un auténtico cacique regional y asegurar su señorío y buena fama, dejando atrás su tan oscuro pasado. Gobernar con mano dura, hacerse de algunos ranchos y haciendas, repartir privilegios entres sus seguidores y allegados, realizar acuerdos políticos con los ricos, tan castigados antes por él, y aspirar, ¿por qué no? A la gubernatura del estado o al menos a una diputación, esas debieron ser las expectativas del renovado general Pedro Zamora tras su muy exitosa rendición, pero él no había nacido para tan feliz destino, lo suyo era ser un fugitivo, un trashumante y eterno prófugo de una justicia que ni entendía ni le interesaba ejerce.
A principios de agosto sucedió el asesinato del mayor Agapito Murillo y su escolta. Y con él terminaron los cuatro meses que Zamora estuvo de paz en Autlán. Justificaba éste su nuevo levantamiento en armas alegando que Murillo traía instrucciones del general Enrique Estrada en preparación de un golpe contra él, para enviar al general Rafael Buelna, apodado el “Granito de Oro”, para relevarle y a remitir a Zamora a Guadalajara, donde quedaría a merced de sus sañudos enemigos Estrada y Petronilo Flores.
El caso es que el 9 de agosto de ese año de 1920 organizó a los hombres que había reclutado o recobrado de su hueste original, sacó cien mil pesos de préstamos forzosos y empuñando de nuevo las armas, se declaró otra vez en rebeldía contra el Gobierno delahuertista, saliendo rumbo a la Costa con unos cuatrocientos cincuenta subordinados. Antes de partir comisionó a una escolta para que se fuera a casa de la joven por la que estaba encaprichado y se le trajese por las buenas o por las malas. Como en los viejos tiempos, la tropa de Zamora se llevó también de Autlán en esta ocasión otras veintidós muchachas.

En otro más de sus golpes de audacia, El 13 de agosto Pedro Zamora ocupa Talpa, y el día 14 entra triunfal en Mascota. Secuestra a importantes personas de la localidad, saquea sus propiedades y secuestra al inglés Bernard Johnson, dueño de la hacienda El Alcihuatl, jurisdicción de Villa de Purificación, y captura otros extranjeros, los señores Charles Hoyle y Gardner, en la mina El Cuale, propiedad de la compañía Esperanza Mining Company. Con ello le provoca un grave incidente diplomático al gobierno de De la Huerta. Estos incidentes lo llevaron a figurar en la prensa nacional e internacional, dándole una última y efímera fama.
El general Estrada envió de inmediato tres columnas, cada una de dos regimientos. Una de ellas mandaba por el Gral. Juan Domínguez, que alcanzo la Costa por el tren de Manzanillo; otra al mando del Gral. Eduardo Hernández, al parecer por Ameca y la restante, encabezada por el Gral. Rafael Buelna y reforzada por el “13” regimiento que entonces conformaba Petronilo Flores, la cual entro por Sayula y Autlán.

El 25 de agosto el general Rafael Buelna enfrentó a la tropa de Zamora en el Divisadero (Autlán), el combate duró 4 horas y se logró dispersar a la gente de Zamora, que a partir de allí será ferozmente perseguido. En Villa de Purificación presenta su último combate formal, donde logran quitarle a los rehenes. El último en ser entregado es Bernard Johnson, que es entregado por La Urraca en Los Corrales (Juchitlán).

Y éste destacó seis regimientos al mando de los generales Juan Domínguez y Rafael Buelna, que salieron para la Costa en su busca. Este último, el temerario general de veinte años conocido por “Granito de Oro”, era demasiada pieza para el declinante Zamora. Lo alcanzó en un lugar no muy alejado de El Tecuán conocido por El Divisadero, y le infligió una derrota total, de la cual quedó exterminada o dispersa su tropa y a duras penas pudo salvarse él atravesando el río San Nicólas por un lugar extremadamente difícil, que aun hoy se conoce por el Paso de Zamora. Sólo le seguía un asistente y la muchacha plagiada de Autlán, a quien desde la Unión de Tula mandó a su casa con una buena provisión de oro.

Se dice que Pedro Zamora con su asistente y la muchacha raptada de Autlán consiguió apenas escapar lanzándose a atravesar el rio San Nicolás por un paso extremadamente difícil que aun hoy se conoce por el Paso de Zamora. Los tres huyeron hacia la Unión de Tula, logrando reunírseles solo unos tres o cuatro sobrevivientes de sus dispersos hombres. Y desde la Unión de Tula envió a la muchacha a su casa de Autlán, pretenden que forraba en víboras de oro que le encomendó guardarle mientras se recuperaba del desastre y podría volver a reunirse.



LA FOTO SOBRE EL TLACUACHE
Pancho Villa, su padrino y protector.
En la hacienda de Telcampana, propiedad del diputado federal y general Jacinto Cortina, a pesar de la supuesta amistad con el dueño y los administradores de la hacienda, Zamora roba caballos finos, entre ellos el famoso “Tlacuache”, con el cual se hace retratar en San Gabriel. Esta foto fue publicada en el periódico El Universal en la ciudad de México el 10 de septiembre de 1920. Ramón Rubín citando a otras fuentes señala la posibilidad de que el famoso Tlacuache hubiera pertenecido a una familia Topete, de Autlán.

Según Chávez Morett, Zamora monta en Telcampana al Tlacuache y entra orgullosamente en San Gabriel, donde pide que se le haga la famosa fotografía. Después, montado en el corcel entra en la tienda “La Exposición Universal”, propiedad de don Severiano Soto para mirarse en los espejos. Existe una segunda foto de Zamora montando al Tlacuache, con una diferencia de ángulo y ocasión, que es la utilizada por Lepe Preciado en la portada de su novela Pedro Zamora “La voz del viento”.

Ramón Rubín observó esa foto y describe a Zamora de la siguiente manera: “Rasurado de barba y con bigote apenas recortado, Pedro Zamora aparece en el retrato en cuestión calzando botas y polainas, viste un pantalón bombacho de dril blanco en corte militar y una chamarra abierta de aparente paño grueso, con el paliacate atado al cuello en funciones de corbata. Y se toca con un sombrero de plama de ala moderadamente ancha y levemente arriscada. Sobre sus cuadriles cubiertos por la chamarra cuyas puntas lleva atadas bajo el vientre, descansan dos revolvers; pero no porta rifle ni cananas cruzadas sobre el pecho. Todo en su atuendo contradice la pretensión de que era ostentoso en el vestir y dado a exhibir sobre ceñidos trajes de cuero o de paño negro botones, hebillas y pistoleras de plata.”

Sorprendente parecido de esa foto con una de Francisco Villa a sus 22 años, tomada en el año de 1899, y consignada por Enrique Krauze en su Biografía del Poder, Francisco Villa “Entre el ángel y el fierro”. Estas imágenes son un símbolo de las similitudes, que guardadas las debidas proporciones, acercaban a Villa y a Zamora, por quién el primero tenía una notoria simpatía y predilección, no tanta como para llamarlo a sumarse a su famosa División del norte, pero si suficiente para otorgarle la confianza de hacerse cargo del villismo en el sur de Jalisco y Colima.

¿Qué tenían en común Villa y Zamora? En primer lugar su origen rural en el México porfirista de las grandes haciendas y las mayores aún inequidades sociales. Villa vivió en carne propia la opresión de los patrones, y pagó con su proscripción el haberse rebelado contra ese poder absoluto. Zamora no sufrió en su familia esa inequidad, pero la atestiguaba en cada uno de sus viajes como modesto vendedor de huevos y otros productos del campo en las cabeceras municipales del sur jalisciense. Ambos practican abiertamente el bandolerismo antes de que los alcance la revolución, Villa por mucho más tiempo hasta que es cautivado y redimido por Francisco Madero, que logra ganarlo para la causa antireeleccionista. Zamora por su parte, asociado con Francisco Vallejo se incorpora tarde al movimiento carrancista sin por ello abandonar su oficio de gavillero, sino más bien usándolo como un manto protector para sus atrocidades.

p. 7 “Muy pronto lo apresan y encarcelan, pero evita la ley fuga hiriendo a su carcelero con una mano de metate. Hacia 1891 se convierte en bandido.”

p. 11 “Concede que aprendió a robar y matar con los bandidos Antonio Parra y Refugio Alvarado alias el Jorobado, pero no admite que su cambio de nombre por el de Francisco Villa haya sido un homenaje a un bandido homónimo, sino una búsqueda de filiación, la vuelta al apellido legítimo, el del abuelo.”

p. 12 “Sus fechorías –escribió Reed- no tienen parangón con las de ningún otro personaje encumbrado en el mundo.”

“Entre 1901 y 1909 Villa cometió cuando menos cuatro homicidios, uno de ellos por la espalda. Participó fehacientemente en diez incendios premeditados, innumerables robos y varios secuestros en ranchos y haciendas ganaderas. En 1909, cuando, según Puente, Villa es un honrado carnicero, el verdadero Villa y su banda queman la casa del Ayuntamiento y el archivo de Rosario, en el distrito de Hidalgo. En esa acción, Villa salva el sello que luego utiliza para amparar su propiedad de ganado. En mayo de 1910 se presenta en el rancho San Isidro haciéndose pasar por “H. Castañeda, comprador de ganado”. Luego del saqueo, su banda mata al dueño y a su pequeño hijo. Todavía en octubre de 1910 Villa y sus hombres –el compadre Urbina entre ellos- roban el rancho Talamantes, del distrito de Jiménez en Chihuahua.”

p. 18 “El momento llegó poco antes de la muerte de Reza. En el hotel Palacio de Chihuahua, Francisco Villa conoce a Francisco Madero. Entre lágrimas le cuenta sus andanzas, le da razones, se confiesa. Madero le otorga una confianza absoluta, justifica su pasado y lo absuelve. Villa –escribe Puente. “ha pensado en la Revolución como algo que lo va a redimir, que va a redimir a su clase”, a su “pobre raza”. Aquellos 19 años de bandidaje le daban un inmejorable conocimiento del terreno y le habían enseñado “más de una treta”. Ahora podía usar “esos conocimientos para la causa del pueblo”.

Hasta allí parecerían terminar las similitudes entre Villa y Zamora, sin embargo, tras el fracaso de la Convención de Aguascalientes, en la cúspide de su poder, Villa entre junto con Zapata en diciembre de 1914 en la ciudad de México y simbólicamente se sienta en la silla presidencial. Después, de enero a junio de 1915 se dan las batallas del Bajío, donde el astuto Obregón derrota a Villa. A finales de 1915 Villa presenta sus últimas batallas formales en Sonora, y a partir de allí, en enero de 1916 se convierte en guerrillero.

Dos años más tarde Zamora dominaba todo el sur de Jalisco, pero en México, los altos jefes no lo tomaban en cuenta cuando fue a presentarse con ellos; únicamente dijeron que regresara a su tierra, que después lo llamarían. Lo mismo le paso a Villa y fue entonces cuando ambos se aliaron. “Tú te vas y riegas a la gente por el Cerro Grande, le dijo Villa y atacas a todos los pueblos de Jalisco, yo mandare a la gente por Chihuahua y Sonora.”

Ya en su estado, Zamora tiene comunicación con Julián del Real en Ameca y los hermanos Medina que actúan por Hostotipaquillo. El villismo en el Sur de Jalisco se propaga como llamarada ya nadie puede apagarlo fácilmente.

Jean Meyer:
“Después de 1915 todo esto cambia, Villa ya sólo es un jefe local y de sus ejércitos sólo queda una polvareda de bandas. Villa regresó a su origen en las montañas de Chihuahua; aquellos que todavía se llamaban villistas regresaron a todas las montañas, de Zacatecas, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí; y de ahí se dispersaron sobre el altiplano para sembrar la devastación.”

“El bandolerismo tomó proporciones extraordinarias. Algunos jefes, como Inés Chávez García o Pedro Zamora, tenían bajo sus órdenes a verdaderas compañías… Es representativo de la mutación que conocieron millares de villistas y de zapatistas tras 1915… ; en cuanto a Pedro Zamora, le gustaban mucho las corridas de toros: los prisioneros eran encerrados en un cerco, dándoseles un sarape para defenderse del toro, o sea el verdugo con su cuchillo.”

“De esta manera muchos pueblos vieron desaparecer su población y muchas rancherías desaparecieron para siempre del mapa. Los arrieros ya no podían trabajar, o bien, como hicieron algunos audaces, necesitaban caminar de noche. Los campesinos ya no osaban salir de los pueblos en los que se concentraba la población, para ir a sembrar. Las bestias abandonadas eran masacradas o tornaban al estado salvaje. Habiéndose disuelto el Estado en el bandolerismo carrancista, la población comenzó a organizarse en autodefensa, grupos de voluntarios locales llamados defensas sociales… Su historia no se ha escrito, sería demasiado humilde, pero valdría la pena porque no faltó el heroísmo a estos samuráis hijos de la necesidad.”

1915 “Durante ese tiempo los villistas sobrevivientes de los campos de batalla del Bajío se dispersaron hacia todas las montañas para instalar un bandolerismo endémico que fue muy difícil erradicar. Si los pueblos habían sufrido la guerra, iban todavía a sufrir más con los nuevos bandidos, con estos desolladores de nueva especie, formados en compañías de importancia variable. Cada uno para sí, los jefes trabajaban ahora por cuenta propia, en esta Revolución, sin otro fin que el de sobrevivir. La piedra que rueda sólo puede detenerse hasta llegar al fondo de la pendiente. Juan Rulfo hace decir a Pedro Zamora, uno de los grandes bandidos del sur de Jalisco: “esta Revolución vamos a hacerla con el dinero de los ricos; ellos pagarán las armas y todo lo que costará. E incluso si no tenemos bandera bajo la cual combatir, debemos juntar rápidamente el dinero para estar fuertes cuando llegue la tropa del gobierno.”

…”el bandidaje, la fragmentación, la anarquía, mantenían a Carranza en el poder.”

VILLA
Krauze:
Aparece entonces Villa, pulsión ciega, a veces con impulsos de justiciero inspirado. Dejemos hablar a Martín Luis Guzmán:

“En el horizonte tenebroso hacia el cual marchaba, solamente veía un criterio: suprimir sin sentimientos todo aquello que obstaculizara su venganza igualitaria. Su porte, sus gestos, su mirada constantemente inquieta, tienen no sé qué de fiera, pero de fiera que se defiende, no que ataca, fiera que comienza solamente a tomar confianza, sin tener la seguridad de que otro no la va a atacar. Villa no existiría si el revólver no existiera. No es solamente su primer instrumento, es el centro de su acción, la expresión de su ser, la materialización de su alma.””

“Al saberse perdido vuelve a ser, como antes de la revolución, una fiera; pero, sin esperanza y con rencor,, una fiera traicionada… Desde fines de 1915 la violencia villista se había vuelto más sangrienta. En San Pedro de la Cueva, Villa reunió a todos los varones del pueblo; mandó fusilarlos en masa y mató con su propia pistola al cura del lugar,.. en Santa Isabel fusila a varios mineros norteamericanos. Tiempo después, quemará gente viva y asesinará ancianos.

La madrugada del 9 de marzo de 1916 villa ataca la pequeña población fronteriza de Columbus. El asalto dura hasta el mediodía, hay incendios, violaciones, saqueos a bancos y comercios, cuantiosos robos de armas y caballada, y varios muertos entre la población civil. A partir de ese suceso entra en su persecución la expedición Pershing. Herido en la pierna, Villa desaparece por varias semanas ocultándose en la cueva del Coscomate, en la sierra de Santa Ana… Nunca le fue más útil la experiencia de sus 19 años de bandidaje.

ZAMORA
Ramón rubín:
Pedro Zamora arrastró a cabeza de silla a unos, balaceó a otros y fusiló a los demás y con el fin de identificar eficazmente a quienes de los defensores hubieran podido esconderse e imponer un castigo ejemplar del que no escapase ninguno, destacó patrullas que iban de casa en casa oliéndoles las manos a cuanto varón se encontraba en ellas. Si advertían el menor tufo a pólvora deducían que eran de los que habían disparado en su contra y los mataban allí mismo. Los cadáveres quedaban regados por las calles, plazuelas y portales sin que el aterrorizado vecindario se atreviese a reclamarlos para darles sepultura… Fueron violadas cuarenta y cuatro señoritas y alguna mujer casada en presencia de su impotente esposo u otros familiares y muertos éstos si intentaban defenderlas.


Chávez Morett:
Los carrancistas-zamoristas para satisfacer sus “necesidades” buscan los más crueles castigos para aplicarlos a los indefensos moradores. Villa de Purificación se convierte en verdadera hoguera que es atizada y alimentada con algunos de sus propios habitantes quienes tienen la desdicha de morir incinerados… Ellos no entienden de súplicas o ruegos, por eso no hay misericordia para los ajusticiados y son condenados al suplicio, al martirio, tormento y muerte.


Pedro Zamora es en Cerro Grande el verdadero “Tigre del sur de Jalisco”, que con toda habilidad y destreza se desplaza por la gran serranía y al llegar a sus madrigueras nadie lo puede sacar ni cazar… Cuando Pedro Zamora se siente presionado por sus persiguidores rompe el cerco y como rayo cruza bosques y valles para entrar a Cerro grande y cuando penetra siente su salvación. Al llegar allí sus perseguidores saben que todo está perdido.



UN PERSONAJE DE TRAGEDIA
El rencor como razón fundamental.

La principal energía que movió los actos de Pedro Zamora durante su corta pero muy intensa vida fue siempre el rencor, el rencor contra los ricos, contra los triunfadores, contra las mujeres, contra su propio clase y su gente. No respetó ni a su padre, a quien involucró en sus fechorías, ni a su padrino de bautizo, el señor cura de Tonaya, don Sixto Michel, a quien también aplicaba préstamos forzosos.

Chávez Morett:
… aquí se busca satisfacer otros intereses personales, los cuales están muy alejados de los ideales revolucionarios. No se trata de preservar en el poder político al general victoriano Huerta, tampoco el de llevar al presidencia al señor Venustiano Carranza, una u otra causa es lo que menos puede interesar al señor Zamora. Lejos de todo lo anterior y ante los hechos que a la vista están fácilmente se interpreta que sólo existe rencor, envidia y odio contra todos. Se habla de estar contra los ricos por ser explotadores de los explotados pero, la verdad es que unos por tener riqueza y otros por carecer de ellas son perseguidos por igual.

Juan Rulfo:
“Porque como nos dijo Pedro Zamora: Esta revolución la vamos a hacer con el dinero de los ricos. Ellos pagarán las armas y los gastos que cueste esta revolución que estamos haciendo. Y aunque no tenemos por ahorita ninguna bandera por qué pelear, debemos apurarnos a amontonar dinero, para que cuando vengan las tropas del gobierno vean que somos poderosos. Eso nos dijo.”


El eterno desposeído.

El carisma como un talismán.

Un ejército de menesterosos.

La mujer, víctima y verdugo.

Lepe Preciado:
“A Zamora le gustaban las mujeres, pero no las mujeres fáciles que se entregaban hipócritamente por unos centavos. Eso, decía él, es vicio y yo no soy vicioso. Me gusta tener en los brazos a quien de verdad me quiera por lo que soy y no por lo que vaya a recibir de mí. No una que parezca chicle que anda de boca en boca y cuando lo tiran alguien lo levanta todavía para darle otra chupadita… Cuando una mujer de esas se me atraviesa me da lástima, le doy lo que traigo de dinero y la mando a su casa.

Se acordó esa noche mientras daban vueltas en el volantín, de una mujer de los Altos, en Tepatitlán, cuando le preguntó por qué andaba en esa vida y ella le contestó:
- La necesidad tiene cara de hereje. Si alguien me ayudara a comprar una máquina de coser y una casita donde poder vivir, me apartaría de esta vida.

Zamora le compró la casita y la máquina… Y cuando ya estaba aparte, un día fue a verla. ¡cómo le gustó la muchacha! No parecía la que conoció en la cantina y se enamoró de ella,.. pero en una ocasión que duró más de cinco meses sin ir por aquellos rumbos, ella volvió a su vida anterior. Cuando fue a verla no la encontró en su casa y fue hasta la cantina donde la conoció… En la orilla del pueblo le dio una tremenda arrastrada a cabeza de silla y la dejó tirada en un potrero. Después quemó la casa y volvió al sur.

Desde entonces no había vuelto a ese pueble, pero si llegara a volver y ella no hubiera muerto, quién sabe qué pasaría. Desde entonces tuvo a las mujeres dos o tres veces y se acabó el amor, así dijeran que lo querían”

“Una vez volvió a Autlán y se encontró con Virginia. Ella lo reconoció pero no dio señales de sorpresa y siguió caminando. Zamora se detuvo a la orilla de la banqueta y luego se regresó para alcanzarla.

-Perdone señorita, usté y yo nos conocemos.

- Se equivoca, nunca lo he visto.

- Qué mala memoria tienes Virginia. Una noche en el baile…

- No quiero que nadie pierda la vida como aquella noche.

-Al fin recordaste. De ti depende que no suceda nada.

-¿Qué quieres decir?

- Estoy enamorado de ti, Virginia.

Ella se detuvo, y antes de que Zamora pudiera evitarlo, se metió en la primera casa que encontró abierta.”


“Eso le dijeron cuando entregó las armas en el Palmar y él aceptó irse con el general Villa, pero antes había visto a Virginia.

-Nos iremos a Canutillo.

-Te prometo pensarlo.

- He dado mi palabra.

-Pero yo no he dado la mía.

-Acepta de una vez, acuérdate cuando nos fuimos a Michoacán, las horas de amor…

-No me recuerdes, tú no habías regresado ya.

-Pero aquí estoy otra vez, enamorado como antes…

-Dame tiempo para pensarlo.

-¿Quieres que emplee la violencia?

-No tienes que recurrir a ella, fui tuya una vez.

-Fuiste mía muchas veces y seguirás siéndolo Virginia, recuerda que soy Pedro Zamora y aún puedo volver atrás. Hasta hoy no hay nada definitivo. Si tú aceptas mi proposición obedeceré al gobierno, de lo contrario reforzaré mis tropas y volveré a levantar el polvo de la revolución. Todo Jalisco sabrá que Pedro Zamora sigue siendo poderoso…

-No hace falta coronel, una mujer enamorada nunca falta a una cita.

Y el tren partió semejando la máquina un caballo gigantesco que corría desbocado por la llanura.

Pedro, a través de la ventana, veía pasar los postes del telégrafo como si fueran soldados de un ejército interminable, y por momentos se le figuraba montar aquel caballo indómito cuyas herraduras arrancaban chispas entre los rieles. En su mente estaba la imagen de Virginia y en su corazón la rabia desencadenada por no haber acudido a la cita.”



El dinero enterrado y despilfarrado.

Carlos Alatorre:
“-Fue soldado durante cuatro años de un “revolucionario” que se llamaba Pedro Zamora. Participó con el resto de la tropa en no pocos combates y secuestros de hacendados y gentes ricas a quienes Pedro Zamora soltaba sólo mediante buenos rescates, casi siempre en monedas de oro. Este Zamora era muy ambicioso, y siempre estuvo atesorando dinero para disfrutarlo cuando la guerra acabara. Unos días antes, como rescate por un rico de Autlán, había recibido justamente una buena cantidad de oro… Unos días después, mucho antes de que clareara el alba, despertó a dos de sus soldados golpeándolos en los pies con la punta de su bota, y en seguida los llevó al corral donde estaba la caballada. Sin que nadie lo escuchara, les ordenó ensillar sus caballos, y también el de él, y uno más, que llevarían de mano. Debían además, proveerse de un pico, una pala y una hacha… A los dos les preocupaba una vieja historia que corría entre la tropa. Decían los rumores que cuando Zamora salía misteriosamente y con sólo dos hombres, era para hacer un “entierro”, y que en esos casos siempre regresaba solo, sin acompañantes,..

-Como te dije Pedro, el hombre vivió sólo dos días, pero alcanzó a contarme todas esas cosas. Lo que no pudo fue indicarme el lugar del “entierro”. Mi esperanza, claro, era que se aliviara para ir los dos a ese lugar. Vagamente me señalaba un cerro, por donde sale el sol, pero nada más, de manera que cuando murió renuncié yo al tesoro, pues… ¿cómo iba a llegar a ese frontón de roca, a esa cueva?

-No fue necesario estudiar el terreno: estiércol revuelto con tierra, huellas de excavación, terreno más blando y hasta algo levantado me señalaron el lugar del “entierro”. Con la sola pala me puse a escarbar y no tardé en dar con el costal. Dando pujidos, porque estaba muy pesado, saqué aquello del agujero, descosí la boca y me encontré con un montón de oro. ¡Un montón de oro!”


Cantares de gesta:

El corrido de la Perra,

“Ya mataron a la Perra,
Pero quedan los perritos.”

La Saxofona de Pancho Madrigal.

El trabajo de Alfredo Ortega fue cerrado con la presentación de Pancho Madrigal, quien fue invitado por aquel para cantar su propio corrido, e ilustrar con su canto lo que el miembro de reciente ingreso había dibujado tan amplia y solventemente.

El Dr. José Francisco Cobián Figueroa, respondió a este trabajo mediante el siguiente ensayo:

¿Qué es lo literario del personaje Pedro Zamora?

José Francisco Cobián Figueroa

Mtro: Julio A. Santillán Becerra
Presidente de la BSGEEJ

Mtro. Carlos Manuel Orozco Santillán
Rector del Centro Universitario de la Costa Sur

Mtro. Fernando Morán Guzmán
Presidente Municipal de Autlán

Dr. Nabor De Niz Domínguez
Coordinador del Capítulo Costa Sur de la BSGEEJ

Mtro. Alfredo Tomás Ortega Ojeda
Secretario Académico del Centro Universitario de la Costa Sur y ponente que en esta solemne sesión académica presenta su trabajo de ingreso.

Correligionarios de la BSGEEJ

Amigos:

Entre finales de 1993 o principios de 1994 llegó a mis manos un libro cuyo título llamó poderosamente mi atención, y cuyo contenido abrió mi ánimo hacia una literatura fresca, desenfadada y divertida, pero no por eso menos valiosa.
Se trata de El cumpleaños de la maniática pirómana. Libro escrito por Alfredo T. Ortega, un escritor de quien nunca había oído hablar y a quien, por lo mismo, no conocía.
En 2001, en el marco de la Feria Internacional del Libro, asistí a la entrega de reconocimientos a destacados académicos de la Universidad de Guadalajara, y tuve la fortuna de reconocer –cuando lo mencionaron- el nombre de tan elocuente autor.
Alfredo Tomás Ortega. No podía ser otro que aquel Alfredo T. Ortega de la portada. Pero ahora siendo reconocido por su trabajo científico en el Centro Universitario de la Costa Sur.
Un escritor a quien yo apreciaba desde seis o siete años antes, a quien no conocía y que vivía nada menos que en Autlán.
Después de eso, no han faltado los momentos de coincidencia, como el de hoy, donde hemos podido hablar del referente común: la literatura; y con ese pretexto, ir estrechando poco a poco los nexos de una amistad latente y manifiesta.
Hoy, Alfredo Tomás Ortega Ojeda, presenta su trabajo de ingreso a la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, y con ello refrenda su deseo de seguir contribuyendo a la ciencia, al arte y la cultura de este país.
Nos hizo un recuento pormenorizado de lo que autores reconocidos a nivel local, nacional e internacional han expresado en sus obras acerca de Pedro Zamora; un personaje controvertido del sur de Jalisco, a quien se relaciona con el movimiento armado de 1910, conocido como la Revolución mexicana, pero de quien, lejos de tener feliz memoria, todos refieren que se trataba de un bandido, secuestrador de hombres y mujeres, asesino y violador. Además, nos da elementos para entender por qué Pedro Zamora es un personaje literario.
Es notorio que Alfredo Ortega ha dedicado incontables horas a la búsqueda de datos bibliográficos y que dio con los autores más cercanos referidos al fenómeno llamado Pedro Zamora. Menciona, entre otros, a José Lepe Preciado, Ramón Rubín, Juan Rulfo, Gabriel Ch. Morett, Carlos Alatorre, Martín Luis Guzmán, Jean Meyer y Enrique Krauze. Unos literatos, otros historiadores. Pero entre los primeros y los segundos, logra retratarnos con mucha claridad la biografía, la personalidad, la geografía y la temporalidad de Pedro Zamora.
Y, en este marco, nos define al hombre como un personaje trágico; siendo ésta la primera referencia con que Ortega relaciona a Pedro Zamora con la literatura. Y es curioso, como en la vida no puede haber separación estricta de géneros, porque si bien el ser trágico pertenece a la poesía dramática más estrictamente, los escritores y la escritura que se han ocupado de Pedro Zamora, lo han resuelto desde la narrativa. Juntas la tragedia y la epopeya griega. Pedro Zamora, quien termina solo, abandonado y deambulante, quizá apabullado por los remordimientos y la historia, igual que Edipo; al final de la gran obra épica nacional que fue la Revolución mexicana.
Rafael Lapesa, en introducción a los estudios literarios, dice:
La tragedia define el conflicto sostenido entre un héroe y la adversidad ante la cual sucumbe. La sublimidad del asunto requiere idealización de ambiente y lenguaje elevado. El desenlace es por lo general doloroso y recibe entonces el nombre de catástrofe.

En su biografía novelada: Vivir para contarla, Gabriel García Márquez nos muestra cómo todos los personajes que han acompañado a un autor durante toda su vida, de alguna manera emergen como personajes en su literatura. Así lo demuestra el universo completo de Cien años de soledad, donde están representados su abuelo, su abuela, su madre, sus amigos… y así lo declaró siempre su autor: no hay obra literaria que no tenga asiento en la realidad.
De tal modo, es explicable que si personas sencillas tienen mérito suficiente para ser personajes literarios, qué se puede esperar de aquellas que por buenas o por tiranas han generado una fama en torno de sí.
Pedro Zamora, en el consenso general, es un tirano. Se parece a todos los tiranos de la historia y de la literatura. Cuando a García Márquez se le preguntó si su patriarca, el de El Otoño del Patriarca no era un personaje sobrecargado en su personalidad tiránica, el entrevistado contestó que el patriarca era apenas un boceto de los tiranos de la realidad.
En razón de que el estudio que nos ha presentado Alfredo Ortega es un relato complejo del andar y los desmanes de Pedro Zamora, a quien se le relaciona con la Revolución mexicana y con Francisco Villa, me he tomado la licencia de contextualizar a estos personajes en su circunstancia real y literaria, dentro del llamado Realismo crítico: una corriente que evolucionó a partir de la narrativa costumbrista traída de Europa, arraigada en Hispanoamérica y vigente en México durante todo el siglo XIX y principios del siglo XX.
A este realismo crítico pertenece lo que se conoce como novela de la revolución mexicana; fenómeno literario innovador y complejo, y, hasta donde se sabe, insuficientemente investigado. Los pocos estudios que se conocen sobre este tipo de novela, se orientan en dos direcciones:
• La que contempla la novela de la Revolución, que abarca el periodo armado, de 1910 a 1917, y en el que, si se toma con rigor, cabe únicamente la obra de Mariano Azuela. Corresponde a esta misma orientación la novelística revolucionaria de los autores que publicaron sus obras entre 1918 y la mitad de la década de los cuarenta, siendo su parte más prolífica la década de los años treinta. Entre los autores de este conjunto se cuentan: Martín Luis Guzmán, José Rubén Romero, José Mancisidor y Gregorio López y fuentes.
• La otra orientación, es menos estricta en sus criterios, y categoriza autores y obras mediante un enfoque meramente temporal, en el que distingue tres etapas:
1. Los autores del periodo armado, que ya eran hombres formados cuando la revolución tuvo lugar. Todos cuantos conocieron el fenómeno de primera mano, habiendo, incluso, participado en él. Situamos aquí, de nuevo, a Mariano Azuela y su novela: Los de abajo.
2. Los autores que eran niños o nacieron durante el periodo armado y escribieron sus obras a partir de los vagos recuerdos de infancia y del rescate de las conversaciones de familia. Podría ser el caso de Agustín Yáñez, con su obra Al filo del agua.
3. Los autores que nacieron después del conflicto armado, cuando ya se estaba gestando la siguiente guerra: la cristiada, o durante ella, y cuyas obras son una idealización de lo que pudo haber sido o de lo que es deseable que fuera la revolución mexicana. Tenemos aquí el caso de Carlos Fuentes. La obra: Gringo viejo.
Lo que los historiadores han documentado con honda acuciosidad y amplia suficiencia, tiene una recuperación fiel en las novelas que, clasificadas o no, bajo cualquier criterio, pertenecen al conjunto que todos reconocemos como novela de la revolución mexicana, tema al que no pocos le siguen apostando.
Así, bajo la premisa anterior, a partir de este momento invitaré a ustedes a un paseo triangulado entre lo que Alfredo Ortega nos dijo de Pedro Zamora, y lo que alguna vez escribieron Mariano Azuela (sobre Demetrio Macías en Los de abajo) y Carlos Fuentes (acerca de Tomás Arroyo en Gringo viejo). El primero con una técnica más parecida a la crónica periodística y a la etnografía que a la novelesca; y el segundo con un tratamiento más cercano al poema, a la filosofía y al psicoanálisis.
Ambos: Demetrio Macías y Tomás Arroyo son personajes literarios, desdoblados de Pancho Villa. Es decir, son Pancho Villa, caracterizado en dos personajes diferentes. Sus creadores pensaron en retratar a Pancho Villa y al mismo tiempo referirse a él como un personaje de la novela, pero lejano del lugar de los hechos narrados, porque tanto en Los de Abajo, como en Gringo Viejo, tales personajes tienen la pretensión de reunirse con Pancho Villa, como muchos aspiraban en la realidad. Y acá, en la realidad, Pedro Zamora también tuvo encuentros con el Centauro del Norte y aspiraciones de nuevas reuniones, mientras sus hechos lo iban convirtiendo poco a poco en un personaje de novela.
En cuanto al prestigio de bandidos que los revolucionarios –ayudados por periodistas y burgueses- lograron imprimir en la opinión general, dice Alfredo Ortega:
En aquellos tiempos aciagos y perturbados, la distancia entre una gavilla de bandoleros y una partida de revolucionarios resultaba sumamente ténue.
Mariano Azuela lo expresa así:
“…¿Sería verdad lo que la prensa del gobierno y él mismo habían asegurado, que los llamados revolucionarios no eran sino bandidos agrupados ahora con un magnífico pretexto para saciar su sed de oro y de sangre?
Alguna vez Gabriel García Márquez mencionó que al investigar sobre diferentes tiranos para establecer la personalidad del Patriarca, encontró en los expedientes una increíble cantidad de atrocidades emprendidas por la bajeza humana. Entre otros, mencionó a Nerón, quien henchido de su enfermizo poder, hizo incendiar a Roma.
Respecto a Pedro Zamora, Ortega dice:
…pero al día siguiente Zamora logra penetrar, quemando la población y haciendo más de cuarenta muertos (Ayutla).
(y) Zamora y su tropa incendian edificios principales y saquean el pueblo (Sayula).
En Los de Abajo, se lee:
“Demetrio, con la pistola humeante en las manos, inmutable, espera que los soldados se retiren.
-Que se le pegue fuego a la casa –ordenó a Luis Cervantes, con rara solicitud, sin transmitir la orden, se encargó de ejecutarla personalmente”.
En Gringo Viejo, Carlos Fuentes lo ilustra de este modo:
“Corrió hasta la plataforma trasera del carro y el viejo lo siguió con toda la dignidad posible.
-Ah qué los muchachos. Se me adelantaron.
Señaló hacia el incendio y le dijo, mira viejo, la gloria de los Miranda convertida en puritito humo. Les había dicho a los muchachos que llegaría al atareder. Se le adelantaron. Pero no le quitaron su placer, sabían que éste era su placer, llegar cuando la hacienda agarraba fuego”.
El cine ha sido para muchos de nosotros un referente de lo que cierto o no, fue la revolución. En todas las películas se recuperan más o menos las mismas acciones que vienen siendo descritas, pero algunas de las más impactantes y emotivas, sin duda son las del asalto a los trenes. Escenas de este tipo están consideradas en las dos recreaciones cinematográficas que se realizaron de la novela Los de Abajo, en 1930, y en 1970, por Chano Urueta y Alejandro Galindo, respectivamente.
Alfredo Ortega lo ha descrito como sigue:
“Tres aspectos que resaltan en los ataques de Pedro Zamora al tren de Colima, son: la crueldad extrema que ya le es característica, lo cuantioso de los botines obtenidos, y lo más singular, que todos terminan en persecuciones en las cuales las fuerzas zamoristas son ampliamente diezmadas”.
La visión de Carlos fuentes es:
“Lo pescaron robando el oro de un tren descarrilado en Charco Blanco y lo colgaron allí mismo con todo y su viborilla llena de monedas que se avanzó”.
Y a propósito de víboras de monedas, tanto el discurso de Alfredo como la voz popular de las regiones de Amula y Costa Sur, hablan de los tesoros ocultos, producto del pillaje que Zamora ejercía, y también mencionan las víboras de monedas.
En un diálogo entre Anastasio y Luis Cervantes, de Los de Abajo, se oye:
“-Cómo cree que a mí nadita que me cuadra el juego, curro!... ¿Quiere usté apostar?... ¡ándele, mire; esta viborita de cuero suena todavía! –dijo Anastasio sacudiendo el cinturón y haciendo oír el choque de los pesos duros”.
E, igual que Pedro Zamora tuvo consigo hombres aguerridos como Saturnino Medina, alias La Perra, que se le fueron muriendo o lo dejaron solo, asimismo Demetrio Macías contaba con Anastasio Aragonés y Tomás Arroyo con Frutos García.
En cuanto a las mujeres, y quizá al margen de lo que Alfredo Ortega hubiera deseado revelar, la apetencia de Pedro estaba asentada en el machismo y la misoginia. En su trabajo de ingreso, quedó descrito:
“Antes de partir comisionó a una escolta para que se fuera a casa de la joven por la que estaba encaprichado y se le trajese por las buenas o por las malas. Como en los viejos tiempos, la tropa de Zamora se llevó también de Autlán en esta ocasión otras veintidós muchachas”
Mariano Azuela atribuye el secuestro de muchachas tanto a los federales como a los revolucionarios.
“Entonces señá Fortunata contó su cuita. Ella le tenía muy buena voluntad a los señores de la revolución. Hacía tres meses que los federales le robaron su única hija, y eso la tenía inconsolable y fuera de sí”.
Y en este sentido, parece que al retratar a Demetrio Macías, Azuela hace el dibujo hablado de Pedro Zamora:
“Yo soy así, ese es mi genio. Mire, de que me cuadra una mujer, soy tan boca de palo, que si ella no comienza…, yo no me animo a nada –y suspiró-. Ahí está Camila, la del ranchito… La muchacha es fea; pero si viera cómo me llena el ojo…
-El día que usted quiera, nos la vamos a traer, mi general.
(…)
-¿De veras, curro?... Mire, si me hace esa valedura, pa usté es el reló con todo y la leontina de oro, ya que le cuadra tanto”.
Parece que Pedro Zamora, el personaje de la realidad que se va haciendo literario; Demetrio Macías y Tomás Arroyo, los personajes literarios que se asemejan tanto a la realidad, tienen el mismo problema de carencia y de búsqueda de la identidad. Este problema se atribuye en general a todos los revolucionarios.
Alfredo Ortega refiere:
“Montado en el corcel entra en la tienda “La Exposición Universal”, propiedad de don Severiano Soto para mirarse en los espejos”.
Azuela:
“El güero Margarito se paró frente al espejo y apuntando a la frente, lo desgajó mil pedazos”.
Fuentes:
“Uno de los soldados de Arroyo adelantó un brazo hacia el espejo.
-Mira, eres tú.
Y el compañero señaló hacia el reflejo del otro.
-Soy yo.
-Somos nosotros.
Las palabras hicieron la ronda, somos nosotros, somos nosotros…”
Como ustedes pueden darse cuenta, existen suficientes razones para que Alfredo Tomás Ortega, tras sus puntuales indagatorias, haya determinado que Zamora es un personaje literario del sur de Jalisco; y, aunque esta alocución comparativa puede dar material suficiente para escribir una tesis, dado que el espacio no lo permite, haré que los personajes de novela que he venido mostrando, le respondan a Ortega la cuestión que se planteó, respecto a la forma, los medios y el momento en que Pedro Zamora se hizo general.
Mariano Azuela aporta:
“Yo lo aprecio mucho, mi general Macías, y vengo a decirle que tengo mucha voluntad y me gustan mucho sus modales. Así es que, si no lo tiene a mal, yo me paso a su brigada.
-¿Qué grado tiene? –inquirió Demetrio.
-Capitán primero, mi general.
-Véngase, pues… Aquí lo hago mayor.
Y Carlos Fuentes:
“-Estoy seguro de que el general la ayudará a obtener transporte, señorita.
(…)
-¿El general? –abrió Harriet tremendos ojos-. No se parece a ningún general que yo haya conocido.
-Quiere usted decir que no se parece a un caballero.
-Como usted quiera; pero no se parece a un general, caballero o no. ¿Quién lo designó general? Estoy segura de que se nombró a sí mismo.
Señoras y señores. Como han podido ver, la frontera entre la ficción y la realidad a veces es tan difusa y habiendo tantos testimonios literarios e históricos que así lo confirman, me declaro de acuerdo con Tomás Ortega, en que Pedro Zamora es un personaje literario.

Muchas gracias.

Autlán, Jalisco. 17 de julio de 2010.


Dado que el trabajo de ingreso de Orlando Ramírez estuvo constituido por una serie de cuadros de baile folclórico de Autlán y el resto del país, no se dispone de la reseña de los mismos; no obstante, las fotografías que acompañan este documento, hablan por ellas mismas.

El Mtro. Fausto Nava González dio respuesta a este trabajo, mediante la siguiente pieza oratoria:


Ballet “LA GRANA”

Distinguidas personalidades que integran el Presidium:
Maestro Orlando Israel Ramírez Ramírez:
Damas y caballeros:


En el inicio de la Humanidad, el hombre sintió la necesidad de comunicarse con la naturaleza y en especial con el hombre mismo, sus alegrías y tristezas, sus necesidades y satisfacciones, sus pensamientos todos y, para ello, PRONUNCIA PALABRAS; mas estas, en su simpleza prístina, no le son suficientes y busca la forma de prolongarlas a través de géneros, números, casos, adjetivos, inflexiones verbales y palabras invariables como el adverbio, la preposición, la conjunción e Interjección.
Pero, aún cuando esto fue un gran adelanto, lo consideró incompleto y las modula, pues descubrió que la entonación, la fuerza, la suavidad y la rapidez con que las pronunciaba le acercaban más a lo que deseaba expresar; pero tampoco le fue plenamente suficiente y, entonces, descubrió que si a todo lo anterior le agregaba diferentes tipos de gestos faciales, visuales y demás; si utilizaba movimientos de las manos y los pies, aquella palabra se iba transformando e iba consiguiendo una mejor expresión de aquello que pretendía comunicar.
Y he aquí, que en este proceso por alcanzar mayor precisión al expresar su placer o su dolor, al organizar su afán por comunicar sus impresiones físicas o psíquicas, se va determinando una excitabilidad que se transforma en “movimientos, gestos y actitudes” que, sujetos a un ritmo por la misma dinámica sensorial, darán origen a la danza.
La danza: demostración de “actos reflejos de los nervios sobre los músculos”; “desbordamiento de vitalidad”; ejecución de movimientos con el cuerpo, principalmente brazos y piernas de acuerdo a la música que se desee bailar; expresión de sentimientos y emociones a través de gestos finos, armoniosos y coordinados; forma de comunicación; arte en el que el hombre es el material y el punto de atención; arte bello, expresivo, emocionante tanto para quien lo contempla como para el que lo baila; prístina expresión de creaciones, costumbres, vida, historia, exponente importante de la humanidad; una de las principales y fundamentales manifestaciones del espíritu artístico y cultural de los pueblos; “secuencia cadenciosa” que, a través de elementos muy personales, se anticipa a las manifestaciones estéticas vocales, canto y música, y fisiológicamente considerada, da origen a las demás disciplinas artísticas.
La danza, no se reduce a un simple movimiento de pies, sino que requiere, para alcanzar su verdadero sentido, de la expresión plástica de todo el cuerpo. Y, así, antes de aparecer el lenguaje organizado y articulado, los profundos sentimientos humanos como la alegría, el dolor, el gozo, la ira, lo sutil, lo obvio, lo brusco, se reflejan en las variaciones rítmicas del cuerpo.
Nos dicen los estudiosos de esta materia que “Desde sus orígenes la danza contenía elementos sacro-profanos: lo funerario, lo astrológico, lo erótico…; no se limitaba a la expresión de los cánones sacerdotales, pues el impulso humano violaba las leyes oficiales del arte restringido a la angustia de lo ultraterreno, para exaltar lo finito y temporal”.
En Grecia, la danza continúa su proceso evolutivo hasta culminar “como una necesidad social”.
“Los padres de la Iglesia aludían con dulzura a la danza, considerándola como una forma de moderar las pasiones”. San Basilio afirmaba que: “La única ocupación de los ángeles en el cielo es la danza. Bienaventurados, decía, quienes pueden imitarlos en la tierra” Pero, La Edad Media condena la danza, “como toda manifestación artística sensorial”
El Renacimiento modifica el carácter alegórico… y “el esplendor sensorial de la concepción renacentista se manifiesta en la danza, como en las demás disciplinas artísticas”
En los tiempos modernos… “la danza es un sobresalto, una palpitación corpórea, como todas las expresiones artísticas de los momentos turbulentos”.
“En los grupos hispanoamericanos, lo único que perdura de la antigua igualdad del socialismo agrario ingenuo, es el derecho a participar en la danza. En las evoluciones coreográficas se confunden la arrogancia del hijo del hacendado y la gracia plebeya de las muchachas arrendadas en los trabajos del campo”.
En fin, hablar de la danza es hablar del espíritu que se escapa del cuerpo, de la materia, para incrustarse en el arte, en el sueño, en lo ignoto; es olvidarse del desorden ordinario para embelesarse en el orden rítmico de la música, del arte, de la belleza expresada a través del movimiento corporal.

MAESTRO ORLANDO ISRAEL RAMÍREZ RAMÍREZ:
Creo que la misión de un Artista es arrancar a los reflejos de la belleza su insondable mensaje transformador de espíritus, para plasmarlos en forma tangible ante un espectador ávido de satisfacciones inmarcesibles que dejen una huella permanente dentro de sí y que le ayuden a saborear lo verdaderamente saboreable.
Y esto es lo que usted hace: plasmar la belleza que ha encontrado en la música, el ritmo, la cadencia, el movimiento, el gesto, la actitud y el sentimiento y venir a presentárnosla aquí, tan cerca y en forma tan asimilable, que todos los que ahora hemos tenido la oportunidad de apreciar el Arte en su Grupo Folklórico saldremos de este Recinto Universitario con el alma rejuvenecida y rebozando de la ambrosía exquisita de la belleza misma.
Que feliz debe encontrarse la Gran Dama, de feliz memoria: Doña Beatriz Ramírez de Ramírez, su mamá, quien inició hace ya muchísimos años este gran proyecto, el cual, de inmediato, reflejó su carácter férreo y eficaz en este Grupo y pudo desarrollarse de tal forma que muy pronto era admirada su obra por hombres tan grandes en este Arte de la Danza como el mismo Maestro D. Rafael Zamarripa quien llevara al Ballet Folklórico de la Universidad de Guadalajara a niveles prominentes y ahora al Ballet Folklórico de la Universidad de Colima. Pero además, logra dejar en usted Maestro Orlando, dejar su espíritu impregnado de Arte y entusiasmo para continuar su obra. Y aquí está ahora, demostrando que todo aquel empeño de la Fundadora de este singular Grupo, sigue adelante, sin descanso, proyectándose en los ámbitos locales, nacionales e Internacionales.
Y esta solemne noche, su esfuerzo alcanza la honrosa distinción de ser admitido en la B. Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, misma que da cabida a extraordinarios hombres de ciencia, de Arte y de Cultura que han sabido difundir todo esto a nuestro pueblo y trascender con verdadero entusiasmo en su formación y desarrollo.
Maestro Orlando: sea usted Bienvenido a esta nuestra Benemérita Sociedad, pero jamás olvide que esto conlleva una enorme responsabilidad, pues así como hoy es admitido en ella, así también ella le reclamará, lo cual estamos seguros de que no sucederá porque sabrá cumplir con su compromiso con la misma. Por ahora, felicidades y de nuevo, es usted Bienvenido a esta casi Bicentenaria Sociedad y una de las más antiguas del mundo.
DAMAS Y CABALLEROS:
Hoy sois testigos de este momento glorioso para nuestra sociedad Autlense. Pero quiero advertir que vosotros sois también corresponsables con nosotros, pues todo nuestro esfuerzo tiene como fin llegar a vosotros, pero necesitamos estar en relación permanente, necesitamos de su crítica constructiva, de su atención, de su quietud, de su silencio, de su comprensión, de su reconocimiento y aplauso, pues con ello, no nos sentiremos solos en esta tarea de conocer y practicar la Tecnología, la Ciencia y el Arte y así, recibiremos su calor humano y su entusiasmo, mismos que son imprescindibles en todo esfuerzo social.

MUCHAS GRACIAS.

Por último, el Presidente de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, Mtro. Julio Alejandro Santillán Becerra, tomó la protesta de los miembros recién ingresados: Mtro. Alfredo Tomás Ortega Ojeda y MCD Orlando Israel Ramírez Ramírez, a quienes el Dr. José Francisco Cobián y el Mtro. Fausto Nava respectivamente, entregaron el pergamino que los acredita como nuevos socios, e impusieron el distintivo y la venera que los honran y distinguen.